Si las múltiples virtudes encarnadas y exaltadas por Saint-Exupéry fueran tantas como las facetas de un diamante, la joya en cuestión sería sin ninguna duda el humanismo.
Para este autor, el humanismo constituye el telón de fondo y la finalidad de la aventura de la vida.
Si el humanismo de Saint-Exupéry se expresa por la búsqueda de la esencia, es decir por la unión del hombre con el mismo, no le es suficiente. Su amor por el ser humano sobrepasa al individuo y abraza a la especie humana entera.
Este autor sueña unir los hombres, de verlos colaborar, apoyarse, sufrir y maravillarse juntos. La aventura humana no merece de ser vivida si ella no es compartida.
Esta visión hace eco al del genial Platón que veía en el ser humano un ser social, pudiendo cumplir su destino sólo en sociedad.
Saint-Exupéry puso su existencia al servicio de esta visión profundamente humanista. Su vida y su obra son un himno permanente a lo humano en lo más noble que encierra: su capacidad de elevación hacia el espíritu.
Como rezaba el titulo de nuestra anterior entrada, "El valor de las palabras reside no en lo que contienen si no en lo que liberan."
Si gustas, puedes ver algunos de sus libros en nuestra biblioteca del blog
16 comentarios:
Hola, compañera!
Ojalá este autor consiguiera que unos polvos mágicos cayeran sobre todas las cabezas existentes en el cosmos. Una especie de polvo cósmico transformador de prioridades...
Platón decía que para vivir en una polis era necesario que nos comportásemos siguiendo las normas del cosmos, que no son más que de donde vienen las leyes del hombre. Aquel que no las siga como individuo, en su casa o en la ciudad, deberá ser expulsado para siempre de ella. Aparece en un fragmento de "Leyes".
Besito bien grande.
El humanismo ayuda al cuerpo físico, los que liberamos la fuerza de las palabras vivas ayudamos a las almas.
Trabajo mas considerado e importante para el cielo.
Un abrazo querida amiga alma
Comparto esta visión respecto de que pocas son las personas, realmente poca es la gente de pensamiento y de creación son muy pocos los que nacen dotados de un sentido especial que les permite descifrar los signos de los tiempos.
Conocer al Saint-Exupéry de “Ciudadela” es un impacto, un trauma, en el sentido primigenio del término, el sentido que le daban los griegos, un thaumazein, un quedarse con la boca abierta, un asombro con sentido admirativo. Adentrarse en “Ciudadela” es encontrar un mundo que se quiere compartir. Hay un impulso por comunicar ese evangelium, esa “buena nueva”.
Saint-Exupéry vivió y conoció la fragilidad, la precariedad e indigencia de la condición humana y asumió esa realidad, pero su mirada apuntó también a aquella otra dimensión del ser humano tan real como la anterior, aquella que habla de su grandeza y que deviene de su propia naturaleza. Grandeza que ha provocado las páginas más bellas de la historia humana. No debéis buscar al hombre en su superficie, sino en el séptimo piso de su alma, de su corazón y de su espíritu.
La existencia humana tiene un sentido y lo tiene para cada habitante de la tierra, pero también hay un sentido común existente en los hombres, un destino común. El ser humano está hecho para el otro constitutivamente, está por decirlo así, transido del otro y no importa si ese otro sea mi prójimo o ese otro viva en los confines de la tierra.
Saint-Exupéry vivió en lo más íntimo de su ser esa dimensión de “otredad”; sintió la necesidad imperiosa del otro. Compartió con hombres de rostros y pueblos diversos y en cada uno de ellos se vio a sí mismo y lo expresó en las páginas más enternecedoras de sus libros, como Ciudadela o El Principito
"Y si uno solo sufre en mi pueblo, su sufrimiento es grande como el de un pueblo… El dolor de uno, te lo he dicho, vale el dolor del mundo. Y el amor de uno solo, por humilde que sea, se equivale a la vía láctea y a todas las estrellas…"
Fragmento de "Ciudadela"
Saint-Exupery
Antoine de Saint-Exupéry… El Pequeño Príncipe… sesenta y siete años ya que su espíritu tintinea como un armonioso cascabel en la morada interior de quienes, a través del tiempo y de la lectura, les hemos conocido y amado.
El inmenso talento de Saint-Exupéry le vale el derecho de ser el autor francés contemporáneo, sin ninguna duda, más leído hoy en el mundo.
Su destacada lucidez e intuición, su generosidad natural, su estilo ligero, su adhesión indefectible a sus ideales hacen de él, más que nunca, un precursor y una figura emblemática de civilizador confrontado a un mundo despavorido y desencantado. Este visionario forma parte de la rara especie que tira de todo el resto del género humano, sin pretender nada a cambio.
Que bien haces en recordarnos el humanismo de este autor, ahora en estos tiempos en que tanto lo necesitamos.
Gracias, Janeth. Gracias y besos
renacentista, aunque el período literario no lo cobije. El hombre como centro del mundo. La hermandad y lo esencial.
gloriosa síntesis del arte de este maestro.
...unir los hombres, de verlos colaborar, apoyarse, sufrir y maravillarse juntos. La aventura humana no merece de ser vivida si ella no es compartida.
Una verdadera joya Janeth.
Muchos besitos.
Creo que las enseñanzas de este hombre siguen ocultas para la mayoria de la gente...
Salvo El principito nadie conoce nada de el...
Un abrazo, Janeth
Cada texto que leo aquí es de una riqueza espiritual valiosa. Disfruto muchísimo y aprendo bastante. Un abrazo
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