Los errores se difuminan, los escalofríos nos identifican



 "Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos"
-Jorge Luís Borges-

Pensar en nosotros mismos es pensar en tiempo y en espacios: ¿qué fuimos? ¿qué somos? ¿qué seremos? Y parece que como respuesta lo único que tenemos es la memoria. La memoria es ante todo una forma de olvido, algo que ya supo expresar con certeza, Benedetti.

Somos lo que recordamos y recordamos aquello que nos ha estremecido todas las partes del cuerpo, hasta las que no se ven. El resto de acontecimientos que nos han ocurrido o nos ocurren se pierden y se confunden en nuestra mente, de tal forma que incluso a veces llega un momento en el que no sabemos qué ocurrió en realidad: solo tenemos memoria de lo que sentimos por entonces.
Los errores que un día cometimos o que alguien cometió con nosotros llega un día en el que desaparecen, quedándonos el escalofrío, la cicatriz de aquello que tiempo atrás nos hizo ser lo que somos ahora: nos identifican ese montón de espejos rotos que nos forman y también aquellas pequeñas dosis de felicidad que nos han hecho creer que estábamos vivos de verdad.
Nuestras emociones valieron y valen la pena por mí y por ustedes, que están leyendo esto. Si fue capaz de revolverte el estomago, no podrás olvidar la sensación que tuviste en ese momento: tú, aquella persona, ya no es lo que era, solo es esa esencia que nos tocó por dentro.

Puede que te hayan hecho daño, es verdad, como a mí; pero todo lo que duele suele haber acariciado antes. Y el dolor, el llanto pasa, pero la caricia continúa, estará siempre ahí contigo.
El corazón llora a veces tanto que parece que nunca va a olvidar lo ahogado que se encuentra. Sin embargo, es más sabio de lo que pensamos si lo dejamos ser: el corazón es capaz de eliminar los malos recuerdos y superarlos, quedarse con lo bueno y sobrellevar el pasado. 

Cuando hablo de que el corazón es capaz de eliminar no quiere decir que los matices no sigan ahí, es solo que cuando el dolor deja de doler sabemos que lo hemos aceptado y hemos aprendido a ser con ello. De esta manera, llegará un momento en el que daremos las gracias por habernos caído, ya que solo así habremos aprendido a levantarnos y valoraremos más estar de pie.

No sirve de nada afrontar un paso reviviendo las situaciones en nuestra cabeza una y otra vez: la única forma de mirar al futuro es ir más allá de la suma de acontecimientos, llegar a las emociones y conocernos desde todas las perspectivas que la vida nos pone delante.

4 comentarios:

Carolina dijo...

Hermoso, nada mas cierto cuando de alguna forma hemos trascendido al dolor de la perdida de alguien a quien amabamos profundamente

Mª Jesús Muñoz dijo...

Así es, Janeth...La vida es la intensidad de lo vivido y eso es lo que nos queda en la memoria. Aprendemos de cada circunstancia a valorar la tristeza y la alegría, porque ellas nos van a dar la medida de nuestra fortaleza, de nuestro aguante y humildad...Todos evolucionamos, por tanto,es bueno dar un margen de confianza y olvidar los rencores...Si somos memoria, debemos guardar dentro todo lo que nos ayuda a mejorar, a encontrar el equilibrio y la paz...Y sobretodo no olvidar que, la curiosidad y la ilusión nos permiten seguir sintiendo y atesorando momentos inolvidables.
Gracias por hacernos reflexionar.
Mi abrazo y mi cariño, amiga.

Navegante dijo...

Una muy lúcida entrada querida Janeth. Me encantó el concepto que surge de "ese montón de espejos rotos que nos forman" junto a las "pequeñas dosis de felicidad" que dibujaste de manera perfecta desde el marco de lo metafórico para avalar la realidad.
Pasé por aquí con el gusto de siempre, abrazo.

Myriam dijo...

Un texto muy reflexivo. Cada uno habrá de hacer su camino y no todos podrán solos. Hay quienes necesiten ayuda experta que los guíe.

Besos