Las personas ahora no tienen conciencia de la miseria como enfermedad; ven en ella, al revés, un motivo de distinción en este mundo que ha puesto la debilidad y el desorden en el trono más alto.
Desde el fondo mismo del alma, allí donde residen las fuerzas superiores que nos dan la categoría de humanos, debemos levantarnos para erradicar esta nueva y extraña peste.
Devolver y devolvernos el sentido de la vida, el gusto por la pulcritud y la belleza, la satisfacción del esfuerzo continuado por lograr las propias metas.
Borrada la miseria personal en la medida de las personales posibilidades, podremos alterar, asimismo, los sistemas que hoy favorecen el envilecimiento.
Si bien las personas dependen de los sistemas, los sistemas fueron creados alguna vez por las personas. Se trata, pues, de lograr mejores hombres y mujeres para entronizar mejores sistemas.
Si miseria es carencia, comencemos por no carecer de lo esencial: esa dignidad humana que nos viene desde los mismos dioses.
1 comentarios:
Aqui, en España, las miserias se están apoderando de todo...
Un abrazo, amiga
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